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    El programa de termalismo social ofrece ya más de 209.000 plazas

    Miguel Mirones, presidente de ANBAL. Foto: Miguel Ángel Muñoz Romero

    Miguel Mirones, presidente de ANBAL. Foto: Miguel Ángel Muñoz Romero

    “El Programa de Termalismo Social no es un gasto sino una inversión que permite mantener la economía de las zonas en la que se encuentran situados los balnearios y crear empleo”. Así de rotundo se muestra el residente de la Asociación Nacional de Balnearios (ANBAL), Miguel Mirones, al referirse a la eficiencia del Programa del Termalismo Social, tras el acto de conmemoración del 25 aniversario, organizado por ANBAL, para galardonar a todos los ministros que han contribuido a su desarrollo, organizado recientemente por la Asociación en la sede el IMSERSO de Madrid.

    Un programa que ahora cumple 25 años convertido en uno de los proyectos del IMSERSO con mayor implantación entre las personas mayores, por mejorar su bienestar y permitir un envejecimiento activo, además de ser un motor de creación de empleo, y contribuir a la modernización de las infraestructuras y a la profesionalización del personal especializado en tratamientos termales, logros que ha ido alcanzando con el paso de los años. Al respecto, Mirones confirma que «el 100% de los balnearios ha renovado sus instalaciones y su producto, adaptándolo a la demanda de hoy, tanto en estaciones termales como hoteleras». El resultado es el incremento en usuarios y la creación constante de empleo, alcanzando los 15.000 puestos de trabajo en el pasado 2013.

    La realidad es que, 25 años después de su puesta en marcha, el Programa de Termalismo Social ha ido creciendo en todos los sentidos: arrancó con 31 balnearios y cerca de 30.000 plazas, y en 2014 cuenta ya con 105 centros termales y 209.222 plazas. En términos económicos, las cifras son igualmente destacables, ya que se ha pasado de un presupuesto de alrededor de 4,3 millones de euros aportado por el IMSERSO hace más de dos décadas a 36 millones para 2014. El resultado para la temporada 2013-2014 es un impacto económico de más de 117,1 millones de euros (frente a los 8,8 millones registrado en el año 1990), donde se contabiliza la facturación generada por los usuarios y la aportación del IMSERSO al programa.

    «Con un presente tan consolidado», sostiene Mirones, «surge la necesidad de estudiar el futuro del termalismo social y las prioridades del cliente, porque lo más importante es que entre todos hagamos esfuerzos por adaptarnos a su realidad». Y añade que, «trabajando conjuntamente, Administración y sector privado, podremos evolucionar hacia otros mercados como el europeo, lo que contribuirá a la apertura hacia nuevos clientes y a la continua mejora del ya denominado turismo de salud».